Hoy, sábado, he cogido el tren, para ir a casa de mis abuelos...
Estación: Plaza Catalunya, Hora: 12:40, aproximadamente... De manera totalmente inconsciente, una idea surge de repente en mi mente, como el cuco de un reloj de pared viejo, así, sin comerlo ni beberlo. No hubiese sido nada más que un simple trayecto sino fuera por esa extraña sensación que me invade, que me conduce a asociar lo que veo, con unas imágenes, con una fecha... 11 de marzo...
Mire donde mire solo veo gente, entrando, saliendo... Mujeres, hombres, niños... Trabajadores, inmigrantes, extranjeros... Y de repente, nombres: Liliana, Patricia, Javier, Elías, Samuel, Nieves, Inés... Nombres de aquellas personas que se marcharon, que ya no volveran... Cada uno con su historia...
ANA ISABEL, aquella mujer que esperaba un hijo en su interior, Samuel, de siete meses.
DAVID, aquel joven que dedicaba parte de su tiempo a visitar a su abuelo, en la residencia. El abuelo, al ver las imágenes de los trenes por televisión, supo que su nieto había fallecido allí, antes de que nadie se lo supiera.
INÉS, aquella chica que había reservado un vuelo a París, para ir con su pareja. Su novio, pocos días después de su muerte, recibió la llamada de la agencia, no sabía nada, era una sorpresa.
TIBOR, inmigrante de origen rumano, que llegó a España buscando una nueva oportunidad.
PATRICIA, una niña, de siete meses.
KALINA y ANDRYAN, una pareja de origen ruso que tenía previsto casarse pocos meses después... Enterrados con sus trajes de boda.
Y así, por desgracia, muchos más...192 ya no es solo un número. Son 192 historias inacabadas, 192 vidas cortadas.
Sentada, veo unas manchas de pintura roja en el cristal, y no puedo evitar asociarlo... Apreto la mano de mi hermano con la mía, le beso...
Me siento vulnerable... No ha sido a mi, ni a ninguno de los míos, pero sí lo ha sido... Entre tanta mezcla de sensaciones, solo se me ocurre pensar una cosa ¿Por qué?
¿Por qué nos hacemos tanto daño unos a otros? No logro entenderlo... Sé que esto que ha sucedido, en su país es pan de cada día, que a ellos tambien les duelen sus muertos, pero una muerte no justifica a otra...
Al final del trayecto, la sensación es más fuerte... Una sensación de tristeza, vacío y decepción... ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Por qué hacemos todo esto?... Es decir, ¿merece la pena tanto sufrimiento? Guerras, muertes y más muertes... Qué mundo... Qué clase de seres humanos somos...
Siento una tristeza enorme, por esas personas, y me veo a mi misma, ahí, sentada, llorando por algo que no me ha sucedido. Sí, es cierto, no conocía a ninguna de esas 192 personas, pero mi corazón se siente afligido... Es algo que, en su momento, me afectó bastante, a nivel personal. Y no, no quiero olvidarlo, esos nombres, esa gente...
Bajo del tren, y me quedo en el andén, miro hacia atrás, no hay nadie... No ha sido a mi, pero lo ha sido.